miércoles, 15 de abril de 2015

Limpiar la puerta, en vez de cerrarla

He decidió hacer este pequeño escrito inspirado en una triste historia que me acaban de contar unos amigos a los cuales quiero y aprecio bastante, ellos, al igual que cientos de personas que habitan en esta ciudad de Tijuana, han sufrido la triste experiencia de llegar a su casa y encontrarla no exactamente con el mismo número de cosas que tenían antes de salir de ella, alguien de nombre desconocido y con no muy buenas intenciones, entró cuando no había nadie y tomó algunas pertenecías que no eran precisamente de él. Este alguien podemos llamarle simplemente ladrón, que hoy sin duda, el ser ladrón pudiera considerarse como una de las actividades  más decentes dentro de las actividades delictivas, ya que gracias a Dios, para mis amigos es sólo un ladrón y no un asesino.  

Pudiéramos hacer una lista de todo lo que se ha llevado, sin duda encontraríamos muchas cosas de valor en la lista: un poco de oro, uno que otro aparato electrodoméstico, etc. Pero tristemente, se ha llevado algo de ellos que muy pocos logran tener y conservar, la paz. Mis amigos han tenido que reforzar su casa, cerrar con el mayor número de candados posibles, y con ello también han tenido que cerrar su corazón.  Ahora al salir tienen que pensarla dos veces, el salir en familia es muy difícil, alguien tiene que cuidar la casa. No es que se sobrevalore lo material, sino que todo lo que se tiene se ha logrado con esfuerzo y cansancio, y si le sumamos la crisis, el cuidar las cosas más que ambición, es necesidad.

En suma; delincuencia y crisis dan en total desconfianza, el ladrón más que cosas, se ha llevado la confianza, un mundo sin confianza, sin paz, es un infierno y al vivir en un infierno, la posibilidad de encontrar la paz que se ha perdido es completamente imposible.  ¡Esto es algo que me cuesta reconocer! ¡Siempre he creído en el hombre, y he buscado mil palabras para buscar que nosotros los hombres, creamos en nosotros, los mismos hombres! Es bien cierto que no se nos pide cambiar al mundo, sería injusto encontrarnos con un Dios que nos exigiera cambiar a todo el mundo con nuestras propias capacidades.

¿Y qué hacer? ¿Debemos tirar la toalla?, ¿O tal vez  debamos esperar a que alguien más la tire por nosotros? Cuantas veces esperamos a que alguien venga y nos diga: “hiciste lo que pudiste”, y con ello, queremos darle la vuelta a la situación con la que se luchaba. Lo que en verdad se nos pide es que a toda costa y sobre toda contrariedad posible, nunca perdamos ni nos dejemos robar la esperanza.  Podrán quitarnos la ropa, las joyas, el auto, pero lo que no nos pueden quitar es la esperanza. El Papa Benedicto XVI, en su segunda Carta Encíclica titulada “ Spe Salvi” ( Salvados en la Esperanza), nos dice que la esperanza cristiana, la verdadera esperanza cristiana, consiste en esperar aun cuando ya no hay nada en que esperar, aun cuando todo se ha agotado, saber que Dios no nos deja. Los cristianos debemos reconocer que esta sociedad actual no es nuestro ideal; sino que pertenecemos a una sociedad nueva, hacia la cual estamos en camino y que es anticipada en cada uno de los que guardamos la esperanza.

Ya nuestro Señor Jesús nos lo decía: “si te quitan el manto, dales también la túnica” y no porque quisiera el Señor demostrar inferioridad, sino que al momento de quitarme el manto, me puedes quitar lo material, pero yo al darte la túnica, recupero la esperanza en ti, recordarme  que eres humano y que te equivocas, pero también que puedes cambiar, y que yo, a pesar de tu maldad puedo hacer el bien aunque sus frutos no los vea inmediatamente. El mal actual nos tiene que ayudar a ser más fuertes, necesitamos aprender de él, porque él es quien nos dice quiénes somos en realidad, una vez que estamos en el suelo sabemos de qué estamos hechos, pero si logramos levantarnos, entonces y sólo así, sabremos que somos más de lo que en realidad pensábamos ser. El dejarse vencer y estarse quejando de que son muchas las cosas que nos abruman no es el papel del hombre, lo mejor es ver todas las herramientas que tenemos para salir adelante.

Por eso es que siempre me niego a escribir sobre lo miserable que puede llegar a ser el hombre, y no porque quiera cerrar los ojos y no ver la realidad, pero creo que ya tenemos suficiente con lo que los distintos medios nos advierten. En lo personal, creo que antes de tratar de cambiar el mundo, debemos buscar cambiar primero nuestro propio corazón, limpiar  la entrada a la puerta de nuestra casa en vez de reforzarla con mil cerrojos. Porque han de saber que lo que da la verdadera paz, no es lo que lo que nos protege, sino lo que podemos dar;  saber que una palmada en la espalda puede llegar a cambiar con mucha más eficacia el corazón del hombre, que mil golpes en su cara. Que una mano sumada a otra pueden hacer grandes cosas.

Un ejemplo vivo lo encontramos en los jóvenes, son ellos quienes pueden hacer la diferencia en este mundo,  ellos son los que  arden en un deseo por un mundo justo, en un mundo más humano, más perfecto.  Pero al ser una sociedad tan individualista, surgen preguntas fuertes: ¿Cómo dar mi vida por otros? ¿Vale la pena sacrificarse por un mundo aparentemente tan perdido? ¿Vale la pena estudiar con esmero en una sociedad tan egoísta y corrupta, donde sé que difícilmente encontrare un lugar donde desempeñarme decentemente?

Cada una de estas preguntas resuenan más de una vez en cada corazón de los jóvenes, y por ello tenemos la necesidad de demostrarles que ¡si vale la pena!, que el mundo necesita de jóvenes valientes, entregados y generosos.  Decirles que el mundo necesita de su valor juvenil, decirles que el mundo sabe; aunque no lo reconozca, que los necesita, que necesita de una entrega  generosa, de un amor puro e incondicionado.


Porque qué fácil es decir que el mundo es una porquería, y más fácil es el gritarlo una y otra  y otra vez,  pero intentar darle una limpiadita desde nosotros mismos es difícil, ya que tal vez cuando nos muramos, el mundo seguirá siendo la misma "porquería", pero que gracias a nosotros, esa porquería será en cantidad menor, ya que se habrá limpiado con el jabón de la  esperanza.  La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz.
                          
P. Alexis Gándara Tiznado

miércoles, 8 de abril de 2015

La Tumba Vacía



Letra y Música: Luis Camacho Valera
   Intérpretes: Luis y Alejandra Camacho Valera

martes, 7 de abril de 2015

Resucitó Nuestra Fe y nuestra Esperanza

¿Cuantos de nosotros hemos sentido la gran tristeza de ver a un ser querido partir de nuestro lado, hacia lo que los creyentes llamamos a “una mejor vida”?  Desde luego que la muerte nos ha embargado a cada uno de nosotros más de alguna vez. En el caso de la muerte en la cruz de Cristo no fue la excepción. Nos narra el Evangelio que ante la muerte de Cristo hubo gran desconcierto entre sus propios discípulos. Ese día entre sus más cercanos seguidores y muchos que le habían conocido y amado; existieron lágrimas, tristeza, incertidumbre y amargura. Aún con todo y que el Maestro les había prevenido de distintas maneras que tendría que padecer para ser glorificado.

Una de las cosas más sorprendentes es el hecho de que ni siquiera pudieron darle una digna sepultura. Por ello las mujeres, el día de la resurrección, iban presurosas para dar un embalsamiento digno de su maestro. Es decir, su amor por él no había disminuido. Le amaban y querían que su sepultura fuera tal como él lo merecía. Como podemos ver, no había muerto el amor, el amor por su Maestro seguía vivo, ese amor les impulsaba incluso a mover (como Dios les diera a entender) la piedra que cubría el sepulcro. El amor estaba intacto, pero ¿qué tal su fe? ¿Acaso habían olvidado las enseñanzas del Maestro de que tenía que padecer pero resucitaría al tercer día? Los mismos discípulos de Emaús ya habían perdido su esperanza: “de eso ya han pasado tres días” le decían al acompañante misterioso. 

 

Muchas veces ante los acontecimientos dolorosos de nuestra vida, tal como la muerte de un ser querido, puede mover en nosotros las fibras más sensibles. El amor que le profesamos a dicha persona nos lleva incluso a caer en un estado de depresión tan grande, que este mismo amor se puede convertir en una amenaza para quien continua viviendo, pues se sabe ya que en nombre del “amor” se han incurrido en múltiples barbaridades. El amor y la fe van tan de la mano, así como muerte y resurrección; ya que la muerte sin resurrección no tiene nada de glorioso, y resurrección sin pasión y muerte, simplemente no tiene sentido. Por ello, ante el acontecimiento de la muerte de un ser amado, sólo la fe en Cristo resucitado puede enfocar correctamente ese amor que le seguimos teniendo, solamente desde esta fe, nuestro dolor puede convertirse en una verdadera esperanza y felicidad.

El acontecimiento de Cristo resucitado nos debe interpelar a cada uno de nosotros. Es y debe ser una esperanza continua, una alegría sin fin el saber que la muerte no tiene la última palabra, sino Cristo que es la Palabra, tiene la eternidad dispuesta para quien sabe encaminar este amor por nuestros fieles difuntos desde la fe. Si nosotros los creyentes entendiéramos que la resurrección de Cristo tiene que ver más con nosotros de lo que nosotros mismos creemos, la muerte aunque amarga, sería como lo dice aquel poema de José Luis Martín Descalzo:

 

Morir solo es morir, Morir se acaba,

Morir es abrir una puerta a la deriva

Y al abrirla, encontrar, lo que tanto se buscaba.


La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz.

P. Alexis Gándara Tiznado

miércoles, 1 de abril de 2015

Y tu… ¿ya elegiste?


Enemigos en el espejo

Te preguntaras amable lector de él porque de este título tan poco halagador para todos aquellos conciudadanos nuestros que gustan de alimentar su “egolatría” al mirarse una y otra vez en este singular objeto denominado espejo. Pero la verdad, después de meditar sobre que escribir y al ver la situación por la que atraviesa nuestra ciudad, creo que Dios me ha recordado algo que desde antes de escribir y reflexionar, ya lo tenía presente. Es el hecho de querer buscar una solución a cada uno de los problemas que enrojecen (en sentido literal) nuestras calles, avenidas y colonias. Ese enrojecer violento y exagerado que deja la sangre de inocentes y culpables, de ricos y pobres, pero que al final de cuenta, es sangre de personas.  

En algunos escritos que tenido la oportunidad de compartir con anterioridad, me he esforzado por demostrar que el ser humano es la obra por excelencia del Santo Creador, que a pesar de nuestra condición pecaminosa, somos lo más grande que existe sobre la tierra. Pero hoy creo que es necesario recordar que esa grandeza puede ser motivo de perdición. Saber que eso de ser grandes puede subírsenos a la cabeza y no pasar haciendo otra cosa que admirarnos a nosotros mismos, sin pensar en el otro.

Cierto que nos escandalizamos de muchas cosas: de la guerra, de los desastres naturales y un sinfín de situaciones que intimidan nuestra humanidad, y que muchas veces quisiéramos encontrar un responsable de todo ello. Buscamos en nuestra vida “no a quien nos la hizo, sino a quien nos la pague”. Y así se nos pasa la vida culpando a todos de la miseria que existe alrededor nuestro, intentando con ello satisfacer nuestro deseo de “solucionar” las cosas.

Pero bien vale la pena preguntarnos: ¿Qué será más triste? ¿El caso de alguien que muere en un combate velico, o aquel pobre mendigo que muere de hambre en aquel rincón de la ciudad?, ¿que acaso no matan las dos situaciones? Tal vez aquel que murió en un combate, tuvo la oportunidad de defenderse, pero el otro murió por no tener que llevarse a la boca. Tal vez aquel murió en el combate porque sus adversarios eran mayores en número, pero este murió porque sus vecinos (que eran también mayores en número) no pudieron o no quisieron darle un poco de pan.

¿Qué es más doloroso? ¿Ver como mueren miles por causa de un desastre natural o ver como mueren otros miles por causa de la violencia? ¿Que acaso  las dos causas de muerte no son desastres naturales, uno por la tierra y otro por el hombre, (ya que el hombre también es parte de la naturaleza)?


El problema no es el mal en sí mismo, sino la indiferencia con la que es tratado. Si, a veces el enemigo no es el otro, muchas veces el enemigo se encuentra en nosotros mismos, en ese sujeto que se refleja cada vez que se mira al espejo, que es víctima de sí mismo con su apatía, con sus miedos, con su egoísmo. Cierto que somos grandes, pero no somos dioses. Somos hombres, y como tales, tenemos que ayudarnos los unos a los otros. Se dice que “el valiente vive, hasta que el cobarde quiere”, pues es buen tiempo para demostrar que no somos cobardes, que nosotros somos dueños de nuestros temores, que a pesar de ser limitados, somos grandes; que a pesar de que sea mucho el mal en el mundo, los únicos héroes capaces de combatirlo, somos nosotros, los que todos los días, nos miramos en el espejo. La familia que reza unida, permanece unida; un mundo que reza es un mundo de paz.

P. Alexis Gándara Tiznado

martes, 31 de marzo de 2015

Una llamada, un acto de Amor: Sacerdote para Ti




Héroes en el camino de la vida

Una de las preguntas que algunos jóvenes nos realizan con frecuencia a la hora hacer sus proyectos de vida, sobre todo cuando se les hace la invitación a un proyecto de vida sacerdotal, es: ¿cómo seguir anunciando algo que aparentemente ya nadie escucha? o en otras palabras, ¿cómo hablar de esperanza a este mundo tan difícil, tan violento, tan cruel? Y es que no es para menos, muchos jóvenes viven situaciones difíciles en sus casas, en la escuela o en el trabajo. Yo creo que esta pregunta del como contagiar al mundo de esperanza, debería de estar en la cabeza de todos aquellos que nos decimos personas y más concretamente Cristianos. El mundo necesita de hombres y mujeres comprometidos verdaderamente con la vida y con todo aquello que sea en favor de salvaguardar su dignidad.

Hace unos días alguien me preguntaba que si yo pudiera ser un héroe, a cual me quisiera parecer. En el momento no mencione a alguien en concreto, y es que son tantas figuras a lo largo de la historia que no supe por cual decidirme. Hoy, pensándolo mejor, me gustaría mencionar dos ejemplos extraordinariamente insólitos y tan poco recordados.

El primero es el caso de Wu Bin, un conductor de un autobús en China, que al ir conduciendo con 24 pasajeros a bordo, recibió un impacto de escombros de hierro que atravesaron el parabrisas y se le incrustaron en el pecho. Todo apuntaba a que Wu Bin moriría y con él las 24 personas que estaban en sus manos; pero en un acto heroico, Wu Bin lograría lo que muy pocos harían en los momentos más difíciles de prueba, conservaría la calma a pesar del dolor, frenaría a tiempo y alertaría a los pasajeros de bajar con cuidado para no ser atropellados. Wu Bin murió después del accidente, pero todos estaremos de acuerdo en que vive en cada una de esas 24 almas. Dicen que se puede reflejar en la muerte como es que uno vivió; su hermana mayor lo describe así: "Él respetaba a sus padres y era un buen progenitor y un modelo como marido" y nosotros podríamos decir que es un héroe, un héroe silencioso que con su muerte nos enseña a respetar lo más valioso para nosotros que es la vida.

Otro de los casos también recientes es el de un bebe, en la provincia de Zhejiang también en China, este pequeño fue encontrado atrapado en la cañería de un edificio de Pujiang, algunos escucharon el llanto y rápido buscaron ayuda, el pequeño estaba en una cañería de 10 centímetros de diámetro, tuvieron que cortarla y así poder salvarle; “está vivo” fue lo primero que se escuchó de una voz de quien lo había salvado. La pregunta es: ¿quién salvo a quién? Este niño nos enseñó que para ser un héroe no se necesita un cuerpo súper dotado, ni siquiera dinero o una gran capa, este pequeño nos demostró que lo único que se necesita es aferrarse a la vida aunque solo se pese 2.3 kilos y se mida 30 centímetros. Este pequeñín sin nombre, nos dice que defender la vida, es más cuestión de coraje que de derechos, más que una cuestión de respeto de la “pseudolibertad” de elegir de la mujer, nos demuestra que ella no tiene la última palabra, que tal vez una madre no quiera tener un hijo, pero a pesar de dejarle a su suerte, no es ella quien decide sobre la vida de este. El héroe sin capa nos rescata del pesimismo de vivir, y del atropello de dejarse morir ante las dificultades.

Como vemos, ser héroe es ser mensajero de esperanza; es más que un reconocimiento, es un acto ante todo de amor; llevar esperanza es más que hablar bonito, es testimoniar con nuestra propia vida o “muerte” que estamos hechos ante todo para la vida, y pongo muerte entre comillas, porque la esperanza, como Wu Bin, no puede morir, morirá solo en la indiferencia de aquellos que no valoran la vida, morirá en aquellos que viven salvaguardándose solamente a ellos mismos, tal vez este conductor chino entendía que no valía la pena morir acompañado, que más valía morir solo, pero con las manos llenas de vida, tal vez el pequeño sin nombre era tan joven que no sabía cómo morir,  estaba tan vivo para demostrarle al mundo que la muerte no tiene siempre la victoria como la sociedad lo grita en las noticias o en los anuncios.

Cuentan que cuando lograron sacar al pequeño, este todavía tenía el cordón umbilical. Tal vez no estaba conectado a un seno para alimentarse, pero ojalá y nos preste ese cordón umbilical para que nosotros los hombres, nos amarremos cada vez más a la vida de cada uno de los que nos rodean, no le hace que pesen 2.3 kilos o menos. 

Circo Maroma y Teatro

Hace algunos días, dedique un espacio de mi tiempo libre para ver un programa de televisión  en la categoría de entretenimiento, el cual tiene por nombre “lucha libre” de una empresa americana. Como la televisión es de uso comunitario, el que tiene el control, es aquel que logre llegar antes que los demás, así que por ser el afortunado ganador, aproveche para poner el programa ya mencionado.  

Cuando algunos de mis compañeros llegaron a la sala de televisión, sin duda que muchos no estuvieron de acuerdo, y unos cuantos (la minoría) optamos por aprovechar mi categoría de ganador para dejar el espectáculo. Sin duda que las quejas de la mayoría no se hicieron esperar, frases como: “no se pegan de verdad”, “es pura mentira”, “eso es para niños”, “pura pérdida de tiempo”, entre otras tantas que sonaban de un lado a otro, pero que a fin de cuentas opte en complicidad de esa minoría, por no hacer caso e intentar ver el programa. Pasando un pequeño tiempo, voltee la mirada a mis compañeros encontrándome con la sorpresa de que la sala estaba casi sola, a excepción de la minoría (tres para ser exactos) que nos quedamos a ver dicho programa.

Esta anécdota sobre la “lucha libre”, me recuerda a la lucha de vivir día a día en este mundo tan complicado,  no es que critique a los luchadores de ese programa de entretenimiento propuesto por la televisión, los luchadores están para brindarnos un espectáculo tal vez con apariencia agresiva, pero con un nivel de profesionalismo.

Pero el mensaje que me ha otorgado, es el reflexionar en qué clase de luchadores somos los seres humanos. Nuestro ring es este mismo mundo, y nuestro oponente ya no es el otro, sino muchas veces somos nosotros mismos. Muchas veces reclamamos cuando las cosas no se toman en serio, cuando el médico falla a causa de una falta de preparación,  cuando tal equipo de futbol pierde,  poniendo como causa digna para abrir nuestra boca, el hecho de decir: “para eso se preparan, para eso les pago”. 

Pero en realidad el hombre muchas veces juega a ser hombre, es hombre en tanto que puede amar, pero deja de serlo cuando se ama más a sí mismo.  Es hombre cuando necesita de los demás, pero deja de serlo cuando no le entra a la hora de los golpes que afectan a la  vida en comunidad.

Muchas veces hacemos de nuestra vida: circo, maroma y teatro. Circo cuando las cosas no las tomamos en serio. Maroma cuando queremos arreglar las cosas de mil modos, pero nunca con la honestidad requerida, y teatro cuando estas cosas no salen bien y nos hacemos pasar por victimas.

Con esto, viene a mi mente un discurso pronunciado por Miguel Ángel Cornejo, a unos jóvenes de cierta universidad que por el momento no recuerdo, pero las palabras que quedaron guardas en mi mente son las siguientes: “Joven la vida tiene un precio, por ello tienes que pagarle el precio a la vida”. 

Muchas veces queremos solucionar nuestra vida a costillas de otros, y que otros luchen nuestras batallas, es cierto que algunas veces necesitamos dar el relevo, saber que necesitamos de los demás en este camino, pero este dar el relevo no implica dejar al otro solo, sino que con mi esfuerzo sumado al de él, logremos vencer los obstáculos que muchas veces nosotros mismos hemos puesto con nuestra conformidad, nuestro egoísmo, nuestra indiferencia y nuestra mediocridad. Es necesario vencernos a nosotros mismos todos los días.  El golpe más duro no es el que ya no nos permite continuar, sino es aquel que nos hace darnos por vencidos.

Es triste el ver un cementerio lleno de muertos, pero es más triste ver a la calle y encontrar tantos muertos en vida jugando a vivir, olvidándose de  que el precio de la vida es la muerte.  Lo único que tenemos seguro al nacer; es que la vida termina con la muerte, lo triste es que muchas veces se nos olvida de que tenemos que vivirla en plenitud porque un día tendremos que pagar, aun a pesar no haber vivido como se debe, porque cuando pagamos por algo que nos  a llenado, lo hacemos con gusto, pero si ese algo no es lo que esperábamos, podemos considerarlo como un pago inútil.


De nosotros depende como será nuestro fin, vivir para morir feliz, o vivir simplemente para morir. La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz.

P. Alexis Gándara Tiznado

Un remedio para vivir

En nuestra sociedad, podemos encontrarnos con diversos tipos de males que hacen del mundo un lugar poco agradable para vivir, estos males hacen de la vida del hombre una carga muchas veces insoportable. Si pudiéramos hacer una lista de todos los problemas (males) que hacen que el hombre no sea feliz, seguramente nos faltarían kilómetros de papel para poder terminarla.

¿Qué males son los más concurridos en la sociedad? ¿Cuál de todos ellos es  el que hace a la humanidad tan defectuosa? ¿Acaso el hombre está destinado a sobrevivir en un mundo lleno de maldad?  Todo apuntaría que sí, pareciera ser que el mundo que Dios creó con tanta paciencia y sabiduría ha caído en la depresión y que ahora en vez de ser bueno para el hombre, se ha convertido en una trampa donde sólo el más tramposo puede salir adelante.

Si de verdad queremos encontrar una respuesta verdaderamente honesta al problema del mal, tendríamos que preguntarnos lo siguiente: ¿Qué estoy haciendo para evitar el mal en el mundo? Y la respuesta probablemente nos llevaría a otras  preguntas: ¿Cómo hacerle para evitar tanta maldad? ¿Qué es lo que debo hacer para evitar que ese mal se convierta en dolor? Ese dolor que por desgracia cae en los que menos tienen, en aquellos a quienes pareciera que la vida les ha dado la espalda, y así el mal crece entre tantos de ellos.

¿Cuál es el antídoto del mal? La respuesta la tenemos dentro de nosotros mismos y se llama voluntad, aunque parezca que no, la voluntad del hombre es el antídoto más grande que existe para curar esos males que el mismo hombre ha hecho para sí. Esa voluntad que se convierte en virtud de ser mejor, pero para poder lograrlo necesita una buena dosis de coraje e inteligencia. Un ejemplo claro lo podemos encontrar en las personas con capacidades distintas (paralíticos, ciegos, etc.) que muy a pesar de su condición humana, logran hacer grandes cosas, aun más que los que nos decimos que estamos completamente sanos. La única condición para que el hombre se levante de todos sus problemas; ya sean físicos, emocionales, espirituales, económicos etc. es que él quiera hacerlo. Jesús cuando se encuentra con un paralítico, antes de sanarlo le pregunta: ¿quieres curarte?, lo cual parecería tonto, pero la realidad es que muchas veces nos dejamos llevar por la conformidad, dejamos que nuestras heridas se agranden y en vez de querer salir adelante a pesar de la condición, pasamos gran parte de nuestra vida quejándonos de todo.

El hombre está llamado a levantarse, este levantarse tal vez implique el volver a caer, pero si la voluntad es mayor, se levantará no una ni dos, sino cuantas veces sea necesario. Por eso cuando el paralítico dice “sí quiero” Jesús lo sana. El hombre no está solo, cuenta con todas las herramientas necesarias para salir de cualquier situación, pero por desgracia muchas veces no las aprovecha; pienso en las  mujeres que han sido engañadas por sus maridos, y que una vez que se dan cuenta, lejos de apoyarse en el amor de sus hijos, deciden amargarse de tristeza, no solo amargándose ellas, sino amargando también a los que estén a su alrededor. El mal nos tiene que ayuda a ser más fuertes, necesitamos aprender de él, porque él es quien nos dice quienes somos en realidad, una vez que estamos en el piso sabemos de qué estamos hechos, pero si logramos levantarnos, entonces y sólo así, sabremos que somos más de lo que en realidad pensábamos ser. El dejarse vencer y estarse quejando de que son muchas las cosas que nos abruman no es el papel del hombre, lo mejor es ver todas las herramientas que tiene para salir adelante. Eso es lo hermoso de ser humano, el saber que podemos crecer. El que es hombre en realidad, no se puede conformar con ver lo que la suerte le depara, muchos piensan que las cosas no salen bien porque en verdad tienen mala suerte, y la verdadera mala suerte es el no esforzarse por  dejarlo todo en el juego de la vida, el que pierde por mala suerte, es porque no dio lo que en realidad tenía que dar. Es necesario dar todo al cien por ciento, sin reservarnos nada. Dicen algunos estudios que el ser humano solo utiliza el diez por ciento de su cerebro, pero para José Luis Martín Descalzo, en su libro razones para la esperanza, este no es el problema, el problema verdadero es que el hombre utiliza sólo el diez por ciento pero de su voluntad. Ese sí es un problema. 

El hombre verdaderamente valiente, es aquel que busca cambiar el mundo con sus manos, y si no lo logra seguirá siendo valiente y feliz  al saber que ha dejado todo en la búsqueda de un mundo mejor. Es cierto que el dinero y el poder son necesarios, y que pueden multiplicar nuestra vida por dos, pero la voluntad y el coraje pueden multiplicarla por diez. De nosotros depende que el dolor sea vinagre o vino generoso. Vinagre amargo que solo sirve para descomponer las cosas, o un buen vino, que muy a pesar de haber sido triturado para su elaboración, nos deja un gran sabor de boca al final. Esto es lo que hace del mundo un lugar mejor, claro que existe el bien, sólo que el mal es “más gritón”, por eso nos aturde. Cierro con otro ejemplo del autor mencionado, el dice que Euclides pedía un punto de apoyo con el cual  él se sentía seguro y capaz de lograr mover al mundo, pues si nosotros queremos cambiar y mover al mundo, ese punto de apoyo existe y se llama: voluntad del hombre... La familia que reza unida, permanece unida, un mundo que reza, es un mundo de paz.



P. Alexis Gándara Tiznado