miércoles, 15 de abril de 2015
Limpiar la puerta, en vez de cerrarla
miércoles, 8 de abril de 2015
martes, 7 de abril de 2015
Resucitó Nuestra Fe y nuestra Esperanza
¿Cuantos de nosotros hemos sentido la gran tristeza de ver a un ser querido partir de nuestro lado, hacia lo que los creyentes llamamos a “una mejor vida”? Desde luego que la muerte nos ha embargado a cada uno de nosotros más de alguna vez. En el caso de la muerte en la cruz de Cristo no fue la excepción. Nos narra el Evangelio que ante la muerte de Cristo hubo gran desconcierto entre sus propios discípulos. Ese día entre sus más cercanos seguidores y muchos que le habían conocido y amado; existieron lágrimas, tristeza, incertidumbre y amargura. Aún con todo y que el Maestro les había prevenido de distintas maneras que tendría que padecer para ser glorificado.
Una de las cosas más
sorprendentes es el hecho de que ni siquiera pudieron darle una digna sepultura.
Por ello las mujeres, el día de la resurrección, iban presurosas para dar un
embalsamiento digno de su maestro. Es decir, su amor por él no había
disminuido. Le amaban y querían que su sepultura fuera tal como él lo merecía.
Como podemos ver, no había muerto el amor, el amor por su Maestro seguía vivo,
ese amor les impulsaba incluso a mover (como Dios les diera a entender) la
piedra que cubría el sepulcro. El amor estaba intacto, pero ¿qué tal su fe? ¿Acaso
habían olvidado las enseñanzas del Maestro de que tenía que padecer pero
resucitaría al tercer día? Los mismos discípulos de Emaús ya habían perdido su
esperanza: “de eso ya han pasado tres días” le decían al acompañante
misterioso.
Muchas veces ante los acontecimientos dolorosos de nuestra vida, tal como la muerte de un ser querido, puede mover en nosotros las fibras más sensibles. El amor que le profesamos a dicha persona nos lleva incluso a caer en un estado de depresión tan grande, que este mismo amor se puede convertir en una amenaza para quien continua viviendo, pues se sabe ya que en nombre del “amor” se han incurrido en múltiples barbaridades. El amor y la fe van tan de la mano, así como muerte y resurrección; ya que la muerte sin resurrección no tiene nada de glorioso, y resurrección sin pasión y muerte, simplemente no tiene sentido. Por ello, ante el acontecimiento de la muerte de un ser amado, sólo la fe en Cristo resucitado puede enfocar correctamente ese amor que le seguimos teniendo, solamente desde esta fe, nuestro dolor puede convertirse en una verdadera esperanza y felicidad.
El acontecimiento de Cristo resucitado
nos debe interpelar a cada uno de nosotros. Es y debe ser una esperanza
continua, una alegría sin fin el saber que la muerte no tiene la última
palabra, sino Cristo que es la Palabra, tiene la eternidad dispuesta para quien
sabe encaminar este amor por nuestros fieles difuntos desde la fe. Si nosotros
los creyentes entendiéramos que la resurrección de Cristo tiene que ver más con
nosotros de lo que nosotros mismos creemos, la muerte aunque amarga, sería como
lo dice aquel poema de José Luis Martín Descalzo:
Morir solo es morir, Morir se acaba,
Morir es abrir una puerta a la deriva
Y al abrirla, encontrar, lo que tanto se buscaba.
miércoles, 1 de abril de 2015
Enemigos en el espejo
martes, 31 de marzo de 2015
Héroes en el camino de la vida
Circo Maroma y Teatro
Un remedio para vivir
El hombre verdaderamente valiente, es aquel que busca cambiar el mundo con sus manos, y si no lo logra seguirá siendo valiente y feliz al saber que ha dejado todo en la búsqueda de un mundo mejor. Es cierto que el dinero y el poder son necesarios, y que pueden multiplicar nuestra vida por dos, pero la voluntad y el coraje pueden multiplicarla por diez. De nosotros depende que el dolor sea vinagre o vino generoso. Vinagre amargo que solo sirve para descomponer las cosas, o un buen vino, que muy a pesar de haber sido triturado para su elaboración, nos deja un gran sabor de boca al final. Esto es lo que hace del mundo un lugar mejor, claro que existe el bien, sólo que el mal es “más gritón”, por eso nos aturde. Cierro con otro ejemplo del autor mencionado, el dice que Euclides pedía un punto de apoyo con el cual él se sentía seguro y capaz de lograr mover al mundo, pues si nosotros queremos cambiar y mover al mundo, ese punto de apoyo existe y se llama: voluntad del hombre... La familia que reza unida, permanece unida, un mundo que reza, es un mundo de paz.