miércoles, 15 de abril de 2015

Limpiar la puerta, en vez de cerrarla

He decidió hacer este pequeño escrito inspirado en una triste historia que me acaban de contar unos amigos a los cuales quiero y aprecio bastante, ellos, al igual que cientos de personas que habitan en esta ciudad de Tijuana, han sufrido la triste experiencia de llegar a su casa y encontrarla no exactamente con el mismo número de cosas que tenían antes de salir de ella, alguien de nombre desconocido y con no muy buenas intenciones, entró cuando no había nadie y tomó algunas pertenecías que no eran precisamente de él. Este alguien podemos llamarle simplemente ladrón, que hoy sin duda, el ser ladrón pudiera considerarse como una de las actividades  más decentes dentro de las actividades delictivas, ya que gracias a Dios, para mis amigos es sólo un ladrón y no un asesino.  

Pudiéramos hacer una lista de todo lo que se ha llevado, sin duda encontraríamos muchas cosas de valor en la lista: un poco de oro, uno que otro aparato electrodoméstico, etc. Pero tristemente, se ha llevado algo de ellos que muy pocos logran tener y conservar, la paz. Mis amigos han tenido que reforzar su casa, cerrar con el mayor número de candados posibles, y con ello también han tenido que cerrar su corazón.  Ahora al salir tienen que pensarla dos veces, el salir en familia es muy difícil, alguien tiene que cuidar la casa. No es que se sobrevalore lo material, sino que todo lo que se tiene se ha logrado con esfuerzo y cansancio, y si le sumamos la crisis, el cuidar las cosas más que ambición, es necesidad.

En suma; delincuencia y crisis dan en total desconfianza, el ladrón más que cosas, se ha llevado la confianza, un mundo sin confianza, sin paz, es un infierno y al vivir en un infierno, la posibilidad de encontrar la paz que se ha perdido es completamente imposible.  ¡Esto es algo que me cuesta reconocer! ¡Siempre he creído en el hombre, y he buscado mil palabras para buscar que nosotros los hombres, creamos en nosotros, los mismos hombres! Es bien cierto que no se nos pide cambiar al mundo, sería injusto encontrarnos con un Dios que nos exigiera cambiar a todo el mundo con nuestras propias capacidades.

¿Y qué hacer? ¿Debemos tirar la toalla?, ¿O tal vez  debamos esperar a que alguien más la tire por nosotros? Cuantas veces esperamos a que alguien venga y nos diga: “hiciste lo que pudiste”, y con ello, queremos darle la vuelta a la situación con la que se luchaba. Lo que en verdad se nos pide es que a toda costa y sobre toda contrariedad posible, nunca perdamos ni nos dejemos robar la esperanza.  Podrán quitarnos la ropa, las joyas, el auto, pero lo que no nos pueden quitar es la esperanza. El Papa Benedicto XVI, en su segunda Carta Encíclica titulada “ Spe Salvi” ( Salvados en la Esperanza), nos dice que la esperanza cristiana, la verdadera esperanza cristiana, consiste en esperar aun cuando ya no hay nada en que esperar, aun cuando todo se ha agotado, saber que Dios no nos deja. Los cristianos debemos reconocer que esta sociedad actual no es nuestro ideal; sino que pertenecemos a una sociedad nueva, hacia la cual estamos en camino y que es anticipada en cada uno de los que guardamos la esperanza.

Ya nuestro Señor Jesús nos lo decía: “si te quitan el manto, dales también la túnica” y no porque quisiera el Señor demostrar inferioridad, sino que al momento de quitarme el manto, me puedes quitar lo material, pero yo al darte la túnica, recupero la esperanza en ti, recordarme  que eres humano y que te equivocas, pero también que puedes cambiar, y que yo, a pesar de tu maldad puedo hacer el bien aunque sus frutos no los vea inmediatamente. El mal actual nos tiene que ayudar a ser más fuertes, necesitamos aprender de él, porque él es quien nos dice quiénes somos en realidad, una vez que estamos en el suelo sabemos de qué estamos hechos, pero si logramos levantarnos, entonces y sólo así, sabremos que somos más de lo que en realidad pensábamos ser. El dejarse vencer y estarse quejando de que son muchas las cosas que nos abruman no es el papel del hombre, lo mejor es ver todas las herramientas que tenemos para salir adelante.

Por eso es que siempre me niego a escribir sobre lo miserable que puede llegar a ser el hombre, y no porque quiera cerrar los ojos y no ver la realidad, pero creo que ya tenemos suficiente con lo que los distintos medios nos advierten. En lo personal, creo que antes de tratar de cambiar el mundo, debemos buscar cambiar primero nuestro propio corazón, limpiar  la entrada a la puerta de nuestra casa en vez de reforzarla con mil cerrojos. Porque han de saber que lo que da la verdadera paz, no es lo que lo que nos protege, sino lo que podemos dar;  saber que una palmada en la espalda puede llegar a cambiar con mucha más eficacia el corazón del hombre, que mil golpes en su cara. Que una mano sumada a otra pueden hacer grandes cosas.

Un ejemplo vivo lo encontramos en los jóvenes, son ellos quienes pueden hacer la diferencia en este mundo,  ellos son los que  arden en un deseo por un mundo justo, en un mundo más humano, más perfecto.  Pero al ser una sociedad tan individualista, surgen preguntas fuertes: ¿Cómo dar mi vida por otros? ¿Vale la pena sacrificarse por un mundo aparentemente tan perdido? ¿Vale la pena estudiar con esmero en una sociedad tan egoísta y corrupta, donde sé que difícilmente encontrare un lugar donde desempeñarme decentemente?

Cada una de estas preguntas resuenan más de una vez en cada corazón de los jóvenes, y por ello tenemos la necesidad de demostrarles que ¡si vale la pena!, que el mundo necesita de jóvenes valientes, entregados y generosos.  Decirles que el mundo necesita de su valor juvenil, decirles que el mundo sabe; aunque no lo reconozca, que los necesita, que necesita de una entrega  generosa, de un amor puro e incondicionado.


Porque qué fácil es decir que el mundo es una porquería, y más fácil es el gritarlo una y otra  y otra vez,  pero intentar darle una limpiadita desde nosotros mismos es difícil, ya que tal vez cuando nos muramos, el mundo seguirá siendo la misma "porquería", pero que gracias a nosotros, esa porquería será en cantidad menor, ya que se habrá limpiado con el jabón de la  esperanza.  La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz.
                          
P. Alexis Gándara Tiznado

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