sábado, 1 de julio de 2023

Reflexión desde las alturas

 

¡Y que me mandan a las alturas! 

¡Hola, que alegría saludarte! Permíteme presentarme: soy el padre Alexis Gándara Tiznado. Hace unos días cumplí mis primeros 35 años y por pura Gracia de Dios llevo casi 8 años desde que Don Rafael Romo Muñoz impusiera las manos sobre mi cabeza y consagrara mis manos con el Santo Crisma para que me pudiera convertir en Sacerdote. Estos años han sido muy geniales, te cuento: mi primera comunidad como diacono fue en la parroquia Santísima Trinidad en colonia las Torres de Otay en Tijuana. Allí, dos años fueron muy hermosos ¿Quién puede rechazar a la novia de la juventud? Esa comunidad me recibió como diácono y me despidió como neo-sacerdote. Después, se me envió como vicario a la comunidad de Santa María Estrella del Mar en la comunidad de Playas de Tijuana, a la que con cariño recuerdo como “el gigante dormido”, una comunidad con muchas actividades y potencialidad que verdaderamente representa un reto para cualquier sacerdote, párroco o vicario. Un año aguanté o me aguantaron, no estoy muy seguro de eso, por cierto, también en ese año trabajé como director espiritual de la Legión de María, un apostolado serio y lleno de sabiduría al servicio de la Virgen en nuestra Arquidiócesis de Tijuana. 

Ya para entonces, teníamos nuevo arzobispo, Don Francisco Moreno Barrón, que al poco tiempo de su llegada y cumpliendo exactamente un año en mi misión como vicario, tuvo a bien enviarme a la Universidad Pontifica en la ciudad de México para especializarme en Teología Bíblica ¡No te dejes impresionar! Fueron tres años, difíciles sí, porque nunca había salido de mi Tijuana, pero con la Gracia de Dios todo es posible, también allá trabajé, estudié, viaje, me rompí la rodilla, hice muchos amigos y recibí muchas bendiciones que jamás hubiera imaginado, incluso hasta fui a Jerusalén y camine por Italia, todo una vez más, por la bondad que viene de lo alto. Por fin regresé de la experiencia de estudio y después de un tiempo en casa por el problema del COVID 19 fui enviado a la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Tecate, otra comunidad bonita y generosa, con gente muy talentosa, llena de deseos por trabajar para la sociedad y su Iglesia, de esas parroquias de tradición que buscan mantenerse vivas a pesar de las adversidades y obstáculos. ¡Todo iba bien! Pero se puso mejor. El 15 de febrero de este 2023 fui enviado una vez más a una nueva misión, mi Arzobispo tuvo a bien encomendarme la comunidad del Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y Cristo Rey en La Rumorosa.

¿A poco hay gente, templo y pastoral? Pues sí, y si no para eso vas… y ¡aquí estoy! Me recibieron dos nevadas, que según los pobladores estuvieron leves, pero para alguien que nunca había visto la nieve, ni vivido cerca de ella, puedo decir que lo que tiene de bonito no le quita lo frío y lo que tiene de frío no le quita lo bonito, bueno… hasta ahora. La otra buena noticia es que no estoy solo, trabajo en comunión con la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, pero ahora del Hongo; tengo tres Ejidos que acompañar (Encinal, Chula Vista y Jacumé, cada uno de ellos con sus capillitas y su gente a todo dar, se han ido ganado mi corazón sacerdotal). La gente del Hongo va aceptando mi trabajo en conjunto con su párroco Francisco Javier Curley, viejo amigo y compañero de camino desde que yo era seminarista, nos conocimos cuando yo tenía eso de 16 años, y ahora caminamos juntos acá por “las tierras lejanas” como les decimos de cariño.

Bueno ¿y los de la “Rumo”? Estamos aquí a 1200 metros sobre el nivel del mar, por lo que veo son gente muy trabajadora (más en fin de semana), aman a Dios, pero siento que podríamos dar mucho más. Quizá la culpa la tengo yo que aún no he estado tan cercano como quisiera, o tal vez estoy más cerca de lo que están acostumbrados. Eso sí, desde que llegué rápido me reconocieron y me han recibido con cariño, hasta los que no van a Misa me dijeron frases como: ¡Padre, a lo mejor no me verá en el templo, pero cuente conmigo para lo que necesite!; ¡Padre, está bien joven, ahí le va una cola loca para los empaques de su mina de gas!; ¡Usted es el nuevo padre verdad, su cara no la habíamos visto por aquí! Y yo pienso: ¡Pues ojalá me la vieran más seguido en el mejor de los sentidos!

Mi querido lector, te preguntarás qué onda con estas letras y esta hoja que tienes en tus manos. Pues bien, quiero que éste sea un medio por el cual me conozcas y conozcas tu comunidad de una manera más cercana. Es padre vivir acá en las alturas, pero más padre es vivir cerquita de Dios. En estos pocos meses me he enamorado de todos estos lugares: desde el Encinal hasta la Rumorosa y deseo de todo corazón que trabajemos juntos. No vengo a cambiar el mundo, pero si vengo hacer lo que puedo por el mundo junto con todos ustedes.

Puedo decir que aquí tienes un amigo, un hermano y aunque de pronto se escuche jerárquico, tienes a un pastor que ha venido con la mejor de las intenciones; con la ilusión de ser esta mi primera comunidad que se me ha encomendado a mi cuidado. Pido perdón si la primera impresión no ha sido la que tu esperabas, o si he dicho algo que atente de pronto contra tu corazón, pero en verdad nunca he pronunciado palabra con la finalidad de molestarte, eso sí, creo que la fe debe cuestionarnos e inquietarnos, incluso de incomodarnos. Debemos despertar: si hacías las cosas mal, puedes ser mejor, si hacías las cosas bien, pues puedes ser santo. Por ello, las letras que escribo no son solo para nosotros, es para quien quiera leerlas. Deseo que se conozca a la Rumorosa, no solo por su impresionante “cuesta”, o su gran variedad de gastronomía, no solo por lugares maravillosos para descansar; que no seamos famosos solo por las cosas malas que pudieran pasar por aquí, como en cualquier parte del mundo.

Me gustaría soñar que este poblado evocará al pueblo de Asís, “la ciudad de la paz”, o tal vez a las palabras de los Hechos de los Apóstoles con las que se definían a los primeros cristianos: “Miren como se aman". Cantan por allí: “soñar no cuesta nada”. Es verdad, quizá yo no sea un Francisco de Asís y quizá nuestro terruño no se parezca a aquel pueblecillo en medio de la montaña, pero tenemos un mismo Padre, un mismo Hijo y un mismo Espíritu Santo, tenemos la misma Madre y somos la misma Iglesia, tenemos la misma Palabra que iluminó a los más grandes santos y que busca ahora iluminarnos e inspirarnos a nosotros. Pues bien, sigamos soñando y empecemos a trabajar para forjar la Iglesia de los “lugares altos”, porque en el Cielo cabemos más de los que nos imaginamos y lugar existe para todos, solo es cuestión de trabajar por llevar a los más que podamos junto con nosotros a la casa de nuestro Padre, ¿me ayudas?

    “La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz”.

 

Pbro. Alexis Gándara Tiznado

Rector